Matilde y Ricardo se habian quedado solos. Su hija menor, Hilda, fue la ultima en casarse en 1971. Matilde resentia mucho la ausencia de sus hijos y para colmo, Silvia y Delia se habian mudado con sus maridos a Ensenada y a Tijuana respectivamente, asi que las miraba mucho menos. Hilda y a Ricardo segundo estaban muy al pendiente de ellos y los visitaban frecuentemente. Pero no era lo mismo que antes. Berta, su hermana y Doña Berta su madre habian fallecido hacia poco tiempo y tambien Doña Tula, y aunque su relacion nunca fue muy agradable, se habia acostumbrado a su presencia. Matilde volco toda su atencion en la tienda, haciendose casi tan obsesiva como Don Ricardo. No le molestaba ya que Ricardo no quisiera cerrar temprano. Lo preferia a enfrentarse a su callada casa que ahora le parecia tambien oscura. Pero algo pasaria muy pronto que le alegraria la vida al maduro matrimonio. Sus hijos les dieron nietos, muchos nietos y uno tras otro. Y todos los nietos que vivian en Mexicali les toco ser cuidados por Matilde, ya que en estos tiempos tan modernos, tambien las mamas trabajaban fuera de casa y cada vez eran menos las que se dedicaban al hogar. Cuando los nietos tuvieron edad, Don Ricardo los llevaba al preescolar. La casa se volvio a llenar de risas y ajetreo. Las ollas de Matilde estaban abolladas de tanto ser usadas como tambores, sombreros y zapatos. Tambien, en una persecucion entre primos, volcaron la mesita con todas las figuras de porcelana que Matilde llevaba coleccionando toda su vida. Algunas de ellas podrian haber llegado a valuarse como antiguedades sino hubiera sido por este accidente. Sin embargo, en todas las travesuras, el disgusto de Matilde solo duraba un rato. Despues volvia a ser la complaciente y dulce abuelita, que consentia y adoraba a todos sus nietos. Don Ricardo tambien disfrutaba a sus nietos. El semblante le cambiaba cuando estos llegaban, y no perdia la paciencia cuando se los encontraba metidos en las vitrinas de los dulces en la tienda, sino que, para sorpresa de Matilde, los alentaba a seguir con sus fechorias. Tambien, intencionalmente dejaba sin seguro el cajon de la feria. En el habia unas latas de café llenas de monedas para darle cambio a los clientes. Sabia que antes de que los llevara al preescolar, los niños se escabuian por su recamara a la tienda y tomaban algunas monedas, seguros que como habia tantas, nadie notaria el atraco. Las usaban para comprar golosinas en el recreo. Los nietos creian estar pillando al abuelo, cuando era este el que los pillaba a ellos.
El pasatiempo favorito de Ricardo era escuchar sus discos de antaño mientras bebia una cuba.
.....Cuando la luz del sol se este apagando
Y tu estes cansada de vagar
Piensa que yo por ti estare esperando
Hasta que tu decidas regresar....
Ricardo no se movia mas que para darle sorbos a su trago que sostenia en la rodilla con su brazo derecho. En esos momentos todo el se sustentaba solo en la musica, como si el mismo fuera electrico tambien y estuviera conectado al tocadiscos. Parecia que si este se llegara a apagar, Ricardo caeria tambien. Entonces sus nietos, sin respeto alguno a su meditacion, llegaban haciendo un griterio del demonio que en otros tiempos les hubiera costado una tunda. Pero los nietos de Ricardo tenian los privilegios de un abuelo ablandado y cansado. Ricardo les sonreia y con afecto sincero los saludaba con un beso en el aire. Satisfechos de obtener la atencion del abuelo, los niños corrian en otra direccion a seguir con sus juegos, escondiendose por toda la casa y el patio, dejando a Ricardo solo con sus nostalgias y a Matilde loca de contenta de tenerlos ahí, aunque tuviera que pelar mas papas y descongelar mas frijoles cocidos.
Esos eran los detalles de Ricardo que desconcertaban a Matilde. Se sorprendia con las tiernas actitudes de Ricardo y pensaba con tristeza como podia ser tan cariñoso como padre y abuelo y que tuviera tan poco de esta cualidad como esposo.
Haciendose esta pregunta, se le pasarian los cincuenta años que duro su matrimonio.
Por esos tiempos Matilde empezo a sentir dolor en sus manos y en sus piernas. Una visita al doctor la dejo muy desanimada. Tenia artritis reumatoide. El doctor no fue muy optimista. Le dio dos recomendaciones, aparte del medicamento, que dejara de comer carnes rojas y que practicara yoga. Ella siguió estas recomendaciones al pie de la letra y la recuperacion fue tal, que hasta el doctor se sorprendio. Después de esto Matilde se volvio vegetariana y yoguista de por vida.
Iba comenzando la decada de los ochentas y Ricardo y Matilde ya estaban completamente solos otra vez . Ni siquiera sus nietos eran tan pequeños ya y cada vez les pedian menos que los cuidaran. Aparte del dinero de la tienda, recibian las rentas de los departamentos y locales que habian construido a lo largo de todos esos años. A Matilde le gustaba atender el negocio pero se sentia cansada. Por eso le pidio a Ricardo que revisaran el horario de trabajo, que como ella miraba las cosas podian cerrar a las ocho entre semana, a las 6 los sabados y el domingo a medio dia y asi poder tener mas tiempo para ellos, para hacer otras cosas. Ricardo se nego. Dijo que prefiria cerrar la tienda a empezar a modificar sus horarios. ¿Cómo iba a modificar algo que nunca habia existido? Penso Matilde, pero guardo silencio. Su nueva casa de dos pisos que construyeron en la misma calle de la tienda estaba casi lista al igual que dos departamentos mas para rentar. Ya no tenian gastos fuertes y aunque cerrar la tienda no era lo que Matilde tenia en mente porque las ventas le gustaban, prefirio no discutir. Sabia que con lo que tenian les alcanzaba.
-Pues cerraremos la tienda Ricardo.
Y asi, tan facil y de pronto, terminaron con una etapa de mas de treinta años de sus vidas, y ante la sorpresa de sus hijos y nietos, la “Tienda Nueva” cerro sus puertas en 1980.
Despues se mudaron a la casa nueva. Matilde estaba feliz con su nueva casa, mas iluminada, mas calida. Se trajo todas las fotos de la familia. Las colgo en las paredes y las que no cupieron quedaron sobre mesas y repisas. Toda la historia de la familia seguia plasmada en la casa y de este modo nadie extraño la casa vieja. Era como si siempre hubieran vivido ahi.
Los ochentas transcurrieron para Matilde como un suspiro. Sus nietos andaban con el pelo parado y la ropa muy holgada, de colores fosforescentes, y sus nietas usaban excesivamente el maquillaje. Habia visto pasar tantas modas desde los veintes que ya nada le espantaba. En los noventas se volvieron a estilizar las formas y eliminarse los excesos de ornamentacion, se regreso a un maquillaje mas natural . Le recordo un poco los cuarenta. Pero ahora se usaba mucho la fibra sintetica elastizada y los vestidos de sus nietas le parecian cada vez mas entallados, como si los trajeran pintados al cuerpo. No le gustaba, pero tampoco decia nada. Sabia que al igual que las otras modas, esta tambien pasaria. Y de todos modos este era un tema que no le llamaba mucho la atencion. Hacia mucho tiempo que habia dejado de ser vanidosa.
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