Toda la familia se quedo los siguientes días después del entierro. Solo faltaban tres días para Navidad. Le ayudaron a Matilde a preparar la casa que no se había adornado porque hacia un mes que se la vivía en el hospital. Como siempre, pasamos juntos la Noche Buena en casa de Matilde. Tuvimos que enfrentarnos muy rápido a la primera Navidad sin el Tata. Pero toda la familia tenía el ánimo sosegado. Prendimos velas y recordamos con sonrisas otras navidades. Parecía que Don Ricardo estaba sentado escuchando desde su acostumbrado rincón. Nos reímos a carcajadas con sus anécdotas.
- ¿Recuerdan como una vez no quiso rentar uno de los departamentos a unas señoras porque dijo que estaban muy feas?
- Si ¡que ocurrencia!
- O como aquella vez que lo encontré trepado en el cuarto hojeando unos “Play boys”, ¡con que no se podía mover el viejito, eh!
- A mi me mandaba a poner el dedo en el congelador porque decía que usaba en exceso el control remoto de la tele.
También recordamos su silbido muy particular que ahora ha sido adoptado por algunos de sus nietos para llamar a sus propios hijos.
Esa noche no hubo más llantos. Era como si el día que lo enterramos nunca hubiera sucedido, como si hubiera sido un sueño colectivo. Así tan lejano se sentía el dolor, ya no agudo y mordaz, sino disipado y tranquilo. Nuestra resinación fue rápida porque sabíamos lo mucho que había sufrido el Tata durante todos esos años de convalecencia. Sabíamos que estaba mejor ahora. Ahora Matilde lo recuerda en cada conversación. Reniega de su carácter, y nos hace reír con sus historias. Historias que salieron hasta que murió. Porque en vida de Ricardo, Matilde hablaba del el con mucho recato. Así separados, parecen haber encontrado el equilibrio y la armonía en su relación. Uno ya no puede lastimar ni el otro dejarse herir. Matilde sobrelleva su viudez con mucha serenidad. No ha querido mudarse a casa de ninguno de sus hijos a pesar de la insistencia de estos. Siempre ha sido muy independiente y no quiere dar molestias a los demás. Ha viajado en camión por todo el país, en peregrinaciones religiosas junto con un grupo fieles, siempre acompañados por el Padre de la Iglesia. Trata de pasar la mayor parte del verano en Tijuana o Ensenada. El calor ya la agobia demasiado. Sigue cuidando de su casa, pero lo hace con menos presión. Contrato a una señora para que le ayude a limpiar. Se llama Abigail y se han hecho buenas amigas. No reniega de la soledad porque en cierto modo es voluntaria, y disfruta mucho su casa. Aunque es realmente poco el tiempo que esta sola. Siempre hay gente entrando y saliendo de esa casa. Seguimos pasando las navidades juntos y para Matilde sigue siendo su época favorita del año.
Don Ricardo y Matilde eran juntos unos solidos pilares que mantenían unida a la familia. Ahora ella ha cobrado la fuerza para sostenernos sola a todos. Parece no percatarse de su papel tan importante porque lo hace con toda naturalidad, tan fácil fluye su amor para todo el mundo.
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