domingo, 16 de agosto de 2009

Las Bodas de Oro, Noviembre de 1991

Despues de la recaida de octubre, la salud de Ricardo permanecio estable. Solo faltaba una semana para la gran fiesta. Sus hijas que vivian fuera llegaron unos dias antes para afinar detalles y ayudarle a Matilde y a sus otros hermanos. La casa estaba llena de actividad y esto reanimo a Ricardo. Era finales de Noviembre y las noches ya empezaban a ser frias, pero la estufa estaba siempre encendida y habia calor dentro de la casa. Los nietos comenzaron a llegar. Algunos estaban estudiando la universidad fuera de la ciudad. Ya no habia niños pequeños entre ellos, los más jovenes eran adolescentes. Ricardo seguia presionandolos porque queria que uno de ellos fuera doctor, pero a ninguno le atraia esa idea. Llego a discutir acaloradamente con ellos por esto, pero esta sangre nueva tenia unas ideas muy diferentes y bien plantadas y no convencio a ninguno. A pesar de todo, Ricardo se sintio feliz de verlos a todos juntos.
Llego el gran dia. Habia amanecido ventoso, pero no importaba porque la recepcion seria en un salon cerrado. Matilde ayudo a Ricardo a arreglarse. Le puso un tuxedo negro muy elegante con corbata de moño tambien negra que se habia comprado especialmente para la ocasion. Para salir a la misa, Matilde lo abrigo muy bien. Durante la misa Ricardo no se sintio mal, pero se fatigo por todas la veces que se tuvo que parar, sentar e hincar, como es una misa normal. Miro a Matilde. Ella lucia un traje estilo tunica muy elegante color hueso, de falda y blusa profusamente bordado de cristales que resplandecia con la luz. Una de sus nietas la maquillo y la llevaron a peinarse a un salon. Se miraba radiante, hermosa, fuerte. Como siempre, iba muy erguida y con paso firme entro a la iglesia del brazo de Ricardo. Se miraba mas alta que el. El incluso se apoyaba en ella para caminar, encorvado y debil. Cuando termino la misa se sintio agradecido. Queria llegar al salon ya para ver a todos sus amigos. Cuando llegaron, ya estaban todos los invitados ahi y al entrar, todos se pusieron de pie para darles una calurosa ovacion. Las bodas de oro no son muy frecuentes en estos tiempos, decian todos pensando en las alarmantes estadisticas acutales en el que el 50% de los matrimonios terminan en divorcio.
Ricardo y Matilde caminaron atravezando la pista de baile mientras la gente aplaudia. Eran amistades de toda la vida, parientes muy queridos que vinieron desde muy lejos para acompañarlos. No habia nadie alli que no apreciara de verdad a la pareja. Ricardo siguio caminando con esfuerzo, aferrado al brazo de Matilde y con la cara radiante levanto el puño en señal de victoria.
- Lo logré - se decia a si mismo – Llegué.
Su corazon agitado se sentia feliz, aunque no sabia exactamente que era lo que lo habia mantenido con vida despues de que varias veces durante los ultimos cinco años creia que no viviria lo sufiente para esta fecha. Volteo a ver a Matilde. Parecia ayer cuando la miro de blanco junto a el en el altar, su piel blanca y finisima, sus cabellos largos y negros, sus ojos radiantes. Le habia parecido increible que al fin ella lo hubiera aceptado para casarse con el. Su sueño se habia hecho realidad. Recordar aquella emocion tan pura le trajo una calida sensacion. Se sintio joven de nuevo. Se volveria a casar con Matilde si se pudiera repetir la historia. Y despues agradecio que no se pudiera repetir, porque no estaba tan seguro de que Matilde se quisiera volver a casar con el. Pero, ¿que importaba ya? Se habia salido con la suya. Y ahora despues de cincuenta años, habian renovado votos matrimoniales en el altar.
El salon lucia precioso. Matilde se sorprendio de todos los detalles que sus hijas habian cuidado y recordó con cuanto esmero ella les habia preparado las bodas a sus cuatro hijos. Habia flores en las mesas, motivos dorados por todas partes, globos y un pastel enorme. Hasta las nietas iban vestidas de dorado. Como recuerdo a los invitados se regalaron alajeros blancos adornados con un par de palomas doradas.
Hubo mucho baile, mucha bebida y mucha comida, todo cuanto podia complacer a Don Ricardo. Todos bailaron sin parar hasta el amancer. Afuera estaba frio y lloviendo, pero nadie dentro de la recepcion se dio cuenta hasta que la fiesta termino y los meseros empezaron a retirar los manteles. Aun asi nadie queria despedirse, era mucha familia que tenia pocas oportunidades de verse asi todos juntos. Habia sido una noche magica para todos.
Matilde y sus hijos estaban exhaustos. Pero estaban felices de que todo hubiera salido tan bien. Ricardo permanecio sentado hasta que el ultimo invitado se despidio. Daba la impresion que de un momento a otro se desmayaria de lo debil que se miraba. Cuando llegaron a la casa se durmio inmediatamente pero tosio toda la noche. Paso una semana muy dificil con frecuentes visitas del medico. Nadie se alarmo. Estaban acostumbrados a sus recaidas. Tampoco se alarmaron cuando tuvieron que internarlo. No era la primera vez. Pero Matilde no les dijo que esta vez no era por el corazon, sino porque habia empezado a orinar sangre. El medico estaba desconcertado. Hacia 5 años que le habia avisado a la familia que estuvieran listos, que de un momento a otro Ricardo podia morir. Ahora su corazon seguia debil, pero estaba estable y no parecia ser la causa de ese deterioro decadente que presentaba un ritmo acelerado.
Ricardo termino por perder el apetito. En las horas de visita, Matilde pedia a sus nietas que le dieran de comer a Ricardo porque con ellas no se negaba, pero aun asi, comia muy poco.
- Tata, mira, trajeron la comida, ¿te ayudo?
Ricardo emitió un gruñido. La nieta acostumbrada a esas respuestas lo tomaba como un “si, esta bien”. Comenzaba a darle de comer. Ricardo abria la boca grande para recibir las cucharadas de caldo. Comia lentamente. La comida del hospital no era muy buena, pero esta no era la razon de su falta de apetito, sino que sentia cerrado el estomago. La nieta creyo que lo podia disuadir de comer mas, pero no lo logró. Un poco frustada salio a buscar a Matilde pues Ricardo le dio a entender que queria usar el orinal y necesitaba que Matilde le ayudara. Se despidio de el con un beso en la frente y se fue. Ricardo la miro salir mientras pensaba en el abismo que lo separaba de esa generacion tan alegre, tan liviana, tan falta de los problemas que lo habian hecho a el fuerte para enfrentar la vida. Y las jovenes, sus nietas, ellas lo tenian mas sorprendido aun, defendiendo ideas, trabajando, estudiando carreras que nunca penso que una mujer pudiera llegar a manejar, tan desprendidas de las falda y el cabello largo, simbolos supremos para el de la femenidad, tan independientes pero sin llegar a ser bruscas. Ya en su primera juventud, sus hijas le habian enseñado que el respeto de una mujer no significa sumision ni miedo. Y ahora sus nietas llevaban esta doctrina a planos tan elevados que al contrario de Matilde, Ricardo no hubiera querido vivir su juventud en esta epoca. No, no estaba de acuerdo, pero las admiraba, y sobre todo las amaba profundamente. Ahora se lamentaba porque sentia que al igual que a sus hijas en su momento, le falto cargarlas y abrazarlas mas.
Pasaban los dias y Ricardo seguia debil, al igual que su animo. Parecia haberse dado por vencido. Le mandaron hacer más analisis. Mientras, seguia en observacion con condicion delicada. Continúo perdiendo sangre y tuvieron que hacerle una transfusion. Matilde y sus hijos se turnaban para acompañar a Ricardo las 24 horas. Ricardo tenia la mirada apagada y ya solo protestaba cuando Matilde no estaba, aferrandose mas a su compañía. Ella solo iba a la casa a bañarse y a cambiarse de ropa. Se sentaba a un lado de la cama de Ricardo con una pila de libros y revistas para leer. Ricardo no decia nada. A las preguntas solo contestaba con silabas cortas y con gemidos.
Matilde no se daba cuenta, pero Ricardo la miraba continamente con los ojos entreabiertos, fingiendo que dormia. Hubiera querido tener fuerzas para tomarle la mano a Matilde y decirle algunas cosas. Nunca fue bueno para hablar de lo que sentia. Lo consideraba absurdo. Pero ahora sentia deseos de hacerlo y la ironia es que ahora no podia. Le dolia el vientre. Apenas el verano anterior habian pasado vacaciones separados, el en Tijuana con Delia y Matilde en Ensenada con Silvia. Los nietos marcaron el numero telefonico donde estaba Matilde. La saludaron a gritos y con palabras incomprensibles, tal y como los jovenes de ahora hablan.
- Que onda abuelita, ¿que patada?
- Muy bien mijito, gracias, ¿como estan todos alla? – contestaba Matilde sabiendo de antemano que para sus nietos el que onda era algo asi como buenas tardes como estas.
- A todo dar ague, aqui esta mi Tata, ya ven por el, que se la pasa mirando los play boys.
(Poco tiempo despues Matilde se enteraria que Ricardo habia tenido fuerza suficiente para subir por una escalera de pared hasta una buardilla donde uno de sus nietos guardaba sus revistas de mujeres desnudas y que lo habian encontrado “in fragati” hojeandolas, delatado por sus pies balanceandose conlgando de la plataforma).
-¿Los “plays” que mijito?
- Nada abuelita... espera, ¡oye TATA! Toma el telefono, saluda a mi abuelita, dile que la quieres mucho
-Si Tata, dile que la extrañas- todos hablaban al mismo tiempo haciendo un escandalo ensordesedor.- ¡Tata! ¡Tata, dile que la quieres!-
- Ah! como friegan- dijo Don Ricardo sonriendo.
Esas cursilerias no eran para el. Sin embargo ahora era diferente. Postrado en la cama del hospital, la nostalgia le corroia su espiritu. Le dolia el pecho. Le dolia el vientre. Sentia dolor en todo el cuerpo. A veces se cansaba tanto del dolor que este se le entumia en el cuerpo, y se podía habituar a él. El dolor en el alma es el que mas le lastimaba. Pronto acabaria todo. Lo presentia. No sabía como empezar a despedirse de todo. ¿Qué era lo que le esperaba despues? Seguia guardando silencio, en parte porque ya no podia hablar, en parte porque no sabia que decir. Matilde sentia la lucha interna que libraba Ricardo, pero no le reprocho nada. Contesto su silencio con más silencio. Y ese silencio hacia ensordecedor el eco de las pisadas apresuradas de las enfermeras por los pasillos del hospital, y los dejaba escuchar imprudentemente las conversaciones discretas de las demas personas de la habitacion. Ese mismo silencio les permitia oir el lejano llanto de los niños en el pabellon infantil. Cuantas historias compartiendo el mismo lugar, cuantas escenas en el mismo escenario y con diferentes finales. Rostros felices, rostros cansados, rostros tristes, desencajados, indiferentes, bebes sonrientes ajenos al dolor de los mayores. Ricardo no se acordaba ya del alcohol, tanto era el dolor que sentia en las entrañas. Le venian punzadas que lo contraian de nuevo cuando ya se habia acostumbrado a la intensidad. Le inyectaban la droga y pasaba bien un rato, pero después arremetía el dolor otra vez. Ahora comprendia porque sus amigos del pueblo no quisieron seguirlo en la parranda cuando regreso despues de mucho tiempo a Cananea hacia algunos años. Todos tenían mas de 60 años. Incluso algunos ya habian muerto. Unos se estaban cuidando del corazon, otros del higado, de los riñones, de esto y de lo otro. Todos muy amablemente negaron la invitacion de Ricardo, quien habia llegado brioso como cuando tenian 18 años y trabajaban en la mina. Matilde secretamente dio gracias por este incidente aunque tuvo que lidiar con un Don Ricardo muy enojado y decepcionado que se tuvo que tomar sus "pachas" solo en el hotel. Termino durmiendose temprano, aburrido y desconcertado de que sus amigos no hubieran querido divertirse como antes.
- Chin, de nuevo esta punzada, ¡maldita punzada! Inyectenme otra vez, traigan a la enfermera bonita a que me inyecte, Matilde, ¡Matilde! - penso al mismo tiempo que gemia por el dolor.
- Ya es hora de tu inyeccion Ricardo, deja llamo a la enfermera -.
Ricardo se quedo dormido despues de su dosis de morfina. Primero lo invadio un sopor ligero y luego ya no sintio nada. Casi estaba descansando, y por fin, pudo dormir un rato. No supo cuanto tiempo paso, pero no se alarmo. Ya habia perdido la cuenta del tiempo que llevaba ahí. Sintió ganas de orinar, pero no quiso llamar a Matilde. La miro dormida sentada a un lado. Asi en la oscuridad, se dibujaba el perfil de su rostro. Se dio cuenta que casi no habia cambiado. Su bella Matilde. Se sento en la cama con una facilidad que no habia sentido en mucho tiempo.
- Si que estuvo buena la dosis – penso ligeramente sorprendido del bienestar que sentia.
Tenia aliento de perro y la lengua pastosa. Le apremiaba la urgencia de orinar y de asearse. Se levanto y camino con un poco de esfuerzo pues sus piernas estaban entumecidas de tanto estar ociosas. No usaria el orinal. Iria al baño el solito y sorprenderia a Matilde. Se sentia muy bien con su repentina independencia. Salio del cuarto con pasitos arrastrados. La noche estaba muy entrada. El hospital parecia otro a esas horas. Reinaba la quietud y el silencio. Una luz ocre iluminaba el pasillo. A lo lejos, solo se oía actividad en el primer piso donde se atienden las emergencias. Ricardo camino a lo largo del pasillo buscando el baño. No sabia donde estaba porque aunque ya llevaba más de 2 semanas ahi, nunca habia salido del cuarto. Por fin, encontró la figura inconfundible del hombrecito azul dibujado en una puerta.
- Aqui mero es.
Tomo la perilla y la giro, sintiendola helada. Empujo la puerta y entro. La puerta se cerro detras de el. La luz estaba apagada. Busco a tientas por la pared el interruptor, un poco nervioso. Sintio alivio al encontrarlo y lo presiono apresuradamente. La luz se encendio y entonces el corazon le dio un vuelco de terror. Se encontraba delante de la cueva de sus pesadillas. Empezo a sentir el frio y la humedad calandole los huesos. Miro hacia abajo. Sus pies estaban hundiendose en el lodo arcilloso del suelo. Volteo hacia atrás, buscando la puerta para regresar el pasillo, pero ya no estaba. Recordo la cancion que cantaba con sus nietos y con la que se reian tanto
“Allá por el cerro mataron a un hombre
de esos que en la noche se salen a mear.
Quien iba a pensar, quien iba a pensar
que por una meada lo iban a matar....."
Ahora no le hacia tanta gracia.
- Carajo, hubiera usado el orinal. Tanta fuerza de repente, debí suponer que esto era un sueño. ¡Quiero despertar, quiero despertar! ¡Matilde, Matilde! -- grito Ricardo, tratando de huir corriendo, pero sus pies se resbalaban en el lodo. Volteo a la cueva. Nada se movia. Permanecio quieto, muy atento, agudizando los sentidos. Nada. Enfoco los ojos un poco mas, pero tampoco vio nada. Calma mortal, desesperante silencio. Su corazon palpitante estallaba en sus oidos, ensordenciendolo. De repente, un enano verde salio disparado de la oscuridad, saltándole encima, chillando horriblemente, enseñando sus dientecillos afilados. Clavo sus uñas en los muslos de Ricardo, derribandolo al lodo frio. Sus gritos eran más espantosos que nunca. Ricardo presintio que esta seria la lucha final. Se agito, pataleando, tratando desesperadamente de quitarse a la bestia que se aferraba a sus piernas. Lo estaba jalando hacia la cueva. Ricardo seguia peleando por soltarse. El enano lo sujetaba con una fuerza increible para su tamaño. Ricardo busco algo a que aferrarse, pero no habia nada a su alrededor. Solo lodo.
- ¡Matilde! ¡Matilde!! Me quiere llevar a la cueva, Matilde! no lo dejes Matilde! Sueltame, hijo de la chingada! sueltame hijo de Perra! aunque sea mentadas te voy a dar! ¡Matilde! ¡Despiertame, Matildeeeeee!............

Matilde se despertó al oir murmurar a Ricardo. Se acerco más a la cama. Balbuceaba angustiado palabras que ella no alcanzaba a entender. Aun asi Matilde supo que se trataba de su pesadilla.
- Ricardo, Ricardo, calmate es un mal sueño – le dijo en un volumen prudente para no despertar a los demas enfermos del cuarto. Lo tomo suavemente del brazo. Pero Ricardo no se desperto por los efectos del sedante. Tendria que sufrir su pesadilla hasta el final. Faltaba poco para que empezara a amanecer. Matilde acerco su silla y permanecio junto a Ricardo tomandolo del brazo, sin moverse. Habia pasado 50 años haciendo el mismo ritual de despertarlo por la noche, calmarlo, tranquilizarlo y esperar hasta que se durmiera de nuevo. Pero esta vez Ricardo no escuchaba, esta vez Matilde no lo salvaria.

¡Matilde! ¡Matilde! ¡No puedo más!.-dijo Ricardo sin aliento.
Las fuerzas se le acababan. No podia seguir luchando toda la noche. Todo parecia en vano, por mas que se resistia, al enano le faltaba muy poco para meterlo a la cueva. Necesitaba aire. Matilde no lo despertaba. ¿Que importaba ya nada? Exhausto, Ricardo dejo de resistirse. Ahora tenía más cansancio que miedo. Aflojo el cuerpo y descubrio que ya nadie lo estaba sujetando. Abrio los ojos. Delante de el estaba el enano verde. Pero su expresion ya no era feroz. No tenia dientes afilados, ni escamas en la piel. Ahora mas bien parecia un niño. Los dos se miraban fijamente, familiarizandose, reconociendose. Extraña sensacion. Habia peleado fieramente con el desde que tenia uso de razon pero nunca lo habia visto realmente. Entonces el niño le sonrio. Ricardo sintio un escalofrio. ¡Era él mismo solo que de niño! ¡Había peleado con el mismo todo este tiempo!
- Ricardo - dijo el niño con su voz infantil - tú y yo somos uno y lo mismo. Todo este tiempo he querido salir de esta cueva donde tú me encerraste y he tratado de decirte desesperadamente que me liberaras cada noche que has venido a cerciorarte de que yo siguiera aqui, pero nunca me escuchaste. Sin darte cuenta me has convertido en tu peor pesadilla. He querido salir siempre que, muy dentro de ti, sabias que hubieras necesitado decir “lo siento”, “disculpame”, o “te amo”. Sin embargo nunca consideraste importante esa voz interior. Fuiste educado para pensar que esas palabras eran signo de debilidad y siempre las acallabas. Quise salir cuando operaron a tu hija de la apendice y no quisiste acompañar a Matilde al hospital, ¿recuerdas? Yo fui aquel impulso que tuviste de comprarle flores para disculparte, pero no lo hiciste. Quise salir cuando bajaste del auto a tu hijo por una simple discusion de niños, y el tuvo que regresar a casa caminando. Yo fui aquel arrepentimiento que sentiste porque el era muy pequeño para entender. Aun asi no regresaste por el. Quise salir todas la veces que Matilde tenia la razon y tu no la oiste simplemente porque se tenian que hacer las cosas como tu decias. ¿Recuerdas ahora? Todas esas veces estuve ahí y nunca me hiciste caso. Soy Ricardo tambien, pero me quede como niño porque nunca me dejaste crecer contigo. No quisiste que peleáramos juntos para que por fin tu pudieras alcanzar la felicidad. Ricardo, no nos queda mucho tiempo, aceptame y arrepientete de todo el egoismo de tu corazon, esa es la unica causa del dolor y la angustia que oprime a tu alma y que no deja descansar a tu cuerpo.
Ricardo se quedo callado mirando hacia el piso, evadiendo la mirada de su yo infantil.
-Ya es muy tarde - dijo al fin mirando sus manos huesudas, que le recordaban lo acabada que estaba.- Ya es muy tarde para cambiar, todo es inutil, ¿de que serviria?
- Es por ti, para que descanses en paz, para que seas feliz. Ven, deja que te guie, deja que te quite ese peso del corazon. Tienes que reconciliarte contigo y el mundo para que despues puedas regresar al Todo en completa paz. La felicidad que obtendras en este mundo quizas dure unos minutos. ¿Que importa? Esa no es la felicidad eterna, gloriosa, aquella que confundimos tanto con ese vaiven de alegrias pasajeras que transcurren a lo largo de nuestras vidas. Aceptame como parte de ti o ¿Prefieres una eternidad arrepintiendote? Ven Ricardo - el niño Ricardo estiraba la mano.
Ricardo el viejo la tomo, y se sintio reconfortado. Todo alrededor habia cambiado. Dejo de sentir frio, el sol estaba saliendo y su tibieza llenaba todo el ambiente. Ya no habia lodo. Habia pasto alrededor de un camino seco. Todo era claro, como lo eran sus pensamientos ahora. Y recordo todas esas ocasiones que actuo egoistamente y volvio a vivir las escenas con su nueva personalidad, recien enriquecida, generosa y comprensiva. Por primera vez Ricardo sintio tranquilidad al dormir. Ya todo habia terminado. Abrio los ojos y percibio un mundo diferente con su alma liberada del tormento de sus propios miedos.
Ricardo dejo de ajitarse en la cama y esto tranquilizo a Matilde. Le solto el brazo y le tomo la mano, que respondio apenas a su presion. Ella sentia que Ricardo se debilitaba mas a cada minuto. El sabia que su cuerpo no retendria por mucho tiempo mas a su espiritu. Su sueño se lo habia advertido. Sintio ganas de llorar por la impotencia.
-No tenemos mucho tiempo – le habia dicho el niño.
- ¡Donde estan todos! - quiso gritar, pero solo emitio un gemido.
Matilde lo escucho y lo intento tranqulizar con palmaditas. Entro Silvia a la habitacion, habia llegado a relevar a Matilde.
- ¿Que quieres Ricardo, que te pasa? , ¿Te sientes mal? Estas muy agitado,- hija, ve por el doctor, tu padre se mira muy palido. – Silvia obedecio y salio inmediatamente
- Ricardo, mirame- le dijo Matilde tomándole la mano- ¿Te sientes bien?
Ricardo sin contestar la miro pensando
- “Nunca me he sentido mejor Matilde. Quisiera decirte tantas cosas.......... Matilde, no creo que hubiera podido ser feliz sin ti. Nunca te lo dije. Tuve toda la vida, pero nunca hubo tiempo, ni valor para decirtelo, ni fuerza para cambiar. Y ahora ya no tengo fuerzas ni para hablar. ¡Con un demonio! ¿Que cambiaria si yo pudiera hablarte ahora? Nada. No me creerias, pensarias que estoy delirando. Ni siquiera borracho me creias. Se que yo no te he hecho del todo feliz. Al contrario, se que has sido infeliz. Pero al final de mi vida te agradezco infinitamente que sigas al lado de este viejo decrepito, inutil y obstinado que te necesita mas que a nada en el mundo. Dios quiso que lo ultimo que viera fuera tu rostro. Aquel por el que suspire jornadas enteras en la mina. Aquel que me miraba con indiferencia al pasar a mi lado. Aquel cuyos desprecios me hacia silbar esa cancion "yo se que nunca besare tu boca, tu boca de purpura encendida........". Mi bella Matilde. ¿Cuantas veces tuve que rogarte que te casaras conmigo? Matilde, Matilde. Tengo miedo Matilde. Pero tambien estoy cansado. Y tu tambien lo estas. Es mejor asi. Ahora comprendo. Matilde, te ruego me perdones por no haberte dado toda la felicidad que mereces. Matilde, mi alma solo tendra descanso si me perdonas por todo lo que te hice sufrir, Matilde, a Dios y a ti te lo pido, perdoname, perdoname......”

¿Cómo decirle todo aquello solo con la mirada? Ricardo tenía los ojos desorbitados, pero no pudo pronunciar una sola palabra. Matilde intuyo que le queria decir algo. Estaba asustada porque nunca le habia visto esa mirada y no supo interpretarla. Dejo de sentir la debil opresion de la mano de Ricardo en la suya. La mirada de Ricardo seguia fija, pero su brillo se habia apagado.
- ¡Doctor! grito Matilde desesperada.
El doctor ya estaba ahi. Una enfermera saco a Matilde y a Silvia del cuarto, mientras otras llegaban con el equipo de resucitacion. El doctor le inyectaba a Ricardo una fuerte dosis para hacer reaccionar su corazon. Todavia lograron mantener vivo a Ricardo unos minutos más.
Ricardo sentia el ajetreo a su alrededor como un evento muy lejano, mientras, su voz interior seguia hablando....
- Matilde, Matilde. Se que estas cansada. Yo tambien....... Asi que esto es. Nada. No siento nada.... Matilde, mi Matilde........... - Poco a poco los sonidos se hicieron más debiles, las luces más tenues, poco a poco, hasta que ya no oyo ni vio nada. Asi se fue. De 72 años y con un corazon fatigado, exhausto, que por fin dejo de latir. Asi de facil se fue, sin llevarse nada, tal como algun dia todos nos iremos, sin importar si tuvimos una vida feliz o miserable, sin importar si hicimos mucho o poco. Sin importar si hicimos el bien o el mal. En la vida, algunas cosas las podemos decidir, otras no. Pero al final, la muerte es la unica certeza inevitable que tenemos.

Matilde y Silvia esperaban en el pasillo. Por fin salió el doctor, inmutable, quizas por la cantidad de veces que ha repetido esta escena, quizas porque ha dejado de ser el joven medico que creia que la ciencia era infalible, llegando icluso a palpar arrogantemente la idea de la inmortalidad.
-Lo siento señora, su esposo ha fallecido - le dijo el doctor a Matilde.
Matilde se quedo parada, inmovil. Lo habia presentido. Suspiro, cansada. Todo habia terminado por fin. Despues de tantas veces que penso separarse de Ricardo, ahora que era real se arrepentia de haberlo deseado. Un sentimiento de culpa empezo a molestarle
- ¿Que he hecho? Ricardo se ha ido- No lo creia. Se acerco a la cama y lo miro inmovil, como muchas veces cuando dormia. Pero ahora su pecho estaba inerte.
Entonces se dio cuenta que era verdad. Estaba sola. Sin darse cuenta, empezo a llorar. Le tomo la mano a Ricardo. Estaba fria. La apreto con fuerza sintiendo un dolor en el corazon. Toda su vida se habia esforzado por quererlo y hacerlo feliz. Y ahora se habia ido sin demostrar algo de su cariño. Lloro por toda esa felicidad que nunca tuvieron juntos. La vida se les habia ido en peleas e indiferencias. Ricardo habia destrozado sus ilusiones y ahora se iba sin reconciliarse. La habia dejado incompleta.
- Esta bien Ricardo, descansa. Yo estoy cansada tambien - Matilde lloraba en silencio, cuidando de no perturbar a los demas. Silvia la consolaba.
Despues de unos dias del fallecimiento se le entregaron a Matilde los resultados de la autopsia y de los ultimos analisis que se le practicaron a Ricardo. Para sorpresa de todos, murio de cancer. Tenía un tumor en la prostata que no se le detecto. Por eso sangraba al orinar.
- Traigo una fuga en el caño – le habia dicho al doctor en un momento de buen humor sin sospechar que esa fuga lo acabaria mas pronto que las amenazas que le habia dado su corazon.

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